Nosotros
¿Quiénes Somos?
Las Asambleas de Hermanos es una denominación cristiana evangélica, que se inspira en la doctrina de la Reforma Protestante iniciada en el S.XVI por Martín Lutero.
El nombre de “Asambleas de Hermanos” fue dado por otros a las iglesias que resultaron de este movimiento de renovación surgido a principios del siglo XIX en Gran Bretaña y otros países de Europa, caracterizándose, entre otras cosas, por la celebración semanal de la “Cena del Señor”, la participación de todos los creyentes en la adoración, un fuerte énfasis en el estudio bíblico e impulso misionero, y el gobierno de la iglesia por un Consejo de Ancianos o Pastores.
Las iglesias de las Asambleas de Hermanos adoptan distintas formas de organización, según sus características. Si bien inicialmente las iglesias se organizaban en torno a la asamblea y un consejo de ancianos, actualmente podemos encontrar diversas estructuras y funcionamientos con la presencia, o no, de ancianos, pastores y consejo de iglesia.
Algunos de nuestros distintivos son:
- La proclamación de la fe en Cristo Jesús como único medio de salvación para el ser humano.
- El reconocimiento de la Biblia como única norma de fe y práctica.
- El sacerdocio espiritual de todo creyente mediante el ejercicio de sus dones espirituales.
- La celebración dominical de la Mesa del Señor como expresión central de la vida de adoración de la Iglesia.
- La plena autoridad de cada congregación para buscar su ordenamiento y ministerio en conciencia delante del Señor. En general, el cuidado pastoral de la congregación se efectúa por el Consejo de Ancianos.
¿Qué creemos y practicamos?
Esta Iglesia cree y enseña:
- La existencia de Dios Único, Trino, Creador y Soberano.
- La Gracia de Dios, la Providencia, la Revelación, la Redención y el Juicio Final
- La Divina Inspiración de la Sagrada Escritura en sus documentos originales, y por consiguiente su credibilidad total y su suprema autoridad en todo lo que atañe a la Fe y a la conducta.
- La pecaminosidad universal y la culpabilidad del hombre alejado de Dios, que le acarrea la condenación eterna.
- El sacrificio vicario de Jesucristo, el Hijo de Dios engendrado por el Espíritu Santo y encarnado por el nacimiento virginal, único y suficiente fundamento de redención de la culpabilidad y del poder del pecado, así como de sus consecuencias eternas.
- La justificación del pecador solamente por la Gracia de Dios, por medio de la Fe en Cristo crucificado y resucitado de los muertos, y ascendido a la Gloria, a la diestra de Dios Padre.
- La salvación eterna, sólo en el nombre de Jesús, y segura para todo aquel que cree.
- La Obra del Espíritu Santo quien ilumina, regenera y mora en el creyente y le santifica.
- El sacerdocio de todos los creyentes que, en la unidad del Espíritu Santo, constituyen la Iglesia Universal, el Cuerpo del cual Cristo es la cabeza, comprometidos por el mandamiento de su Señor a la proclamación del Evangelio a todo el mundo.
- La esperanza del retorno visible del Señor Jesucristo en poder y gloria, la resurrección de los muertos y la consumación del Reino de Dios.
Esta iglesia guarda y practica:
- El bautismo de los creyentes por inmersión, bajo confesión personal de Fe.
- La conmemoración de la muerte del Señor Jesucristo por el Partimiento del Pan, el primer día de la semana, siempre que lo permitan las circunstancias, recibiendo a la Mesa del Señor (nombre con el que se denomina este acto) a toda persona creyente en la Fe cristiana, miembro en comunión de una iglesia evangélica, y de buen testimonio.
- La celebración de los cultos de adoración, con oportunidad para el ejercicio de todos los verdaderos dones espirituales que edifican a los santos en sujeción al Señorío de Cristo.
- El reconocimiento público de miembros fieles, conocedores de la Sagrada Escritura y de conducta intachable, tanto en su celo por el Señor y su Palabra como por el cuidado del pueblo de Dios, como Pastores, Ancianos o Sobreveedores en la Iglesia.
- El mantenimiento de la libertad espiritual de la Iglesia local, manifestando un espíritu fraternal y de ayuda mutua, tanto en lo espiritual como en lo material, entre la Iglesia y sus miembros, y entre la Iglesia local y otras Iglesias que mantengan la sana doctrina y las prácticas bíblicas según el Nuevo Testamento.
- La cooperación de todos los miembros en la edificación espiritual de la Iglesia, mediante el ejercicio de sus dones espirituales en sujeción al Señorío de Cristo.